Santo Domingo, R.D.- Este martes 16 de julio se cumple el 186 aniversario de La Trinitaria, una sociedad secreta fundada por el patricio Juan Pablo Duarte. Un grupo de jóvenes fervientes luchadores se reunieron en la residencia de la señora Chepita Pérez, ubicada en la Zona Colonial, con la misión preponderante de luchar en pro de la Independencia Nacional, ya que el Estado Haití Español se imponía.
Los miembros fundadores de la sociedad fueron Duarte, que en ese momento contaba con 25 años, Pedro Alejandro Pina (17 años), Jacinto de la Concha (18 años), José María Serra (18 años), Juan Nepomuceno Ravelo (22 años), Felipe Alfau Bustamante (19 años), Félix María Ruiz (22 años), Benito González (27 años) y Juan Isidro Pérez (20 años).
Los Trinitarios hicieron un juramento de independizar la patria o morir, el que sellaron con su sangre-simbolizada en el rojo de la bandera, cristalizaron un pacto patriótico en pro de la libertad. Los jóvenes integrantes de la sociedad, se comprometieron a difundir el ideal de la independencia entre sus amigos y relacionados y a obtener nuevos adeptos a la causa.
La ocasión fue el día de Nuestra Señora del Carmen, el 16 de julio de 1838, en la casa de Chepita Pérez -la madre de Juan Isidro, ‘el ilustre loco’. Era un día de júbilo religioso, aprovechado por los arrojados trinitarios para reunirse y dejar instalada la gloriosa Trinitaria. Fue el nacimiento del primer partido político de la futura República. Claro, la desdichada República nacería seis años después, en 1844. Fueron años de intenso batallar: complot, manifiestos, conjuras a granel contra el sórdido dominador. La ocupación haitiana, establecida desde 1822, era un yugo mordaz y severo sobre la piel nacional, y se extendía demasiado en el tiempo. Las diferencias culturales eran contrastantes y escandalosas: en la piel, el idioma y las costumbres, el pueblo dominicano se revelaba noble pero decidido a construir su propio destino.
La aventura republicana arrancó después del estruendoso manifiesto del 16 de enero de 1844, un poderoso grito de libertad. Se rompieron las cadenas dominicanas y empezó la desventura. Claro, la Independencia nacional era un solo grito contra la opresión haitiana: más allá, en relación con otros países, era negociada -y entregada- al mejor postor. Las ofertas venían de Francia, Estados Unidos, Inglaterra. El sentimiento nacional se unificaba en torno a la odiosa presencia haitiana, y arrojaba un hermoso ejemplo de unidad.